Miami: lo mejor de dos mundos.

Miami Beach - PH: Gonzalo Franchino
Miami Beach - PH: Gonzalo Franchino

Hay destinos que son muy populares entre los argentinos. La gente que me conoce y sabe cuánto me gusta viajar, se sorprende cuando digo que todavía no tuve la oportunidad de ir a Barcelona, que no fui a tomarme una cerveza a Dublín, así como les parecía raro que nunca hubiese ido a Miami. La realidad es que no me llamaba mucho la atención, y nunca se había presentado la oportunidad de ir. Incluso habiendo estado antes en Estados Unidos, Miami no había estado en el itinerario. Sin embargo, por esas cosas de la vida, terminamos eligiendo esta ciudad como destino. Lo lindo de esos lugares, de los que no tenés expectativas, es que terminan siempre sorprendiéndote (ya sea para bien o para mal). En el caso de esta ciudad, terminamos entendiendo por qué tanta gente la elije para sus vacaciones, para una escapada, para pasar unos días.

La primera vez que fui a Estados Unidos, visité Orlando y Nueva York. Mi primera impresión de los estadounidenses no sé si había sido la mejor: los sentía fríos, hasta un poco desagradables en algunos momentos, desde migraciones me habían bombardeado a preguntas y no me había agradado mucho. La realidad es que no tenía pensado volver a Estados Unidos en ningún futuro cercano, no necesariamente por eso, sino porque me había enamorado de Europa y nunca se dio volver. De hecho, pasaron siete años hasta que regresé. Lo bueno de las primeras impresiones es que siempre pueden cambiar. Y creo que Miami fue la elección acertada para volver a este país. ¿Por qué? Personalmente creo que Miami es una combinación muy especial entre Estados Unidos y Latinoamérica, casi un punto medio en el que conviven dos culturas de una forma particular.

Partamos de la base que, para quien no habla inglés, todo es fácil. Es un poco sorprendente cuando nos damos cuenta que prácticamente todo —ya sean anuncios, programas, carteles o avisos— está tanto en inglés como en español. Hay publicidades exclusivamente dirigidas al público latino. En el transporte público, van a ver cosas escritas en ambos idiomas. En el aeropuerto, todo está traducido. Cuando te cruzás con alguien, no importa si tiene pinta de ser más yankee que McDonalds, seguro va a hablar español (aunque sea lo básico). Que no te sorprenda que un tipo que habla perfecto inglés también tenga un increíble dominio del español. Miami es así y en eso hay algo encantador. Arrancar una conversación con un tímido Hello, que se den cuenta que sos latino y que empiecen a charlarte sobre todo porque somo así. Que cuando quieran venderte algo prueben con tu nacionalidad porque hay altas chances que seas latino. Que se escuche música en español por todos lados. Que en la televisión puedas ver repeticiones de partidos o programas locales porque no es una novedad que hay un gran número de argentinos por allá.

Pero también tenés esas cosas que tienen los norteamericanos que siempre caen bien, que para mí fueron siempre el encanto de este país. Todo es familiar. Las cadenas, las marcas, los programas, las costumbres. En una tierra que supo exportar todo y que consumimos casi sin darnos cuenta, resulta abrumador y encantador estar rodeado de todas las cosas que conocemos tan bien, aunque no sean nuestras. Un producto, una comida, un detalle; es ley que en Estados Unidos siempre vas a encontrar algo que te suena, que te gusta, que conocés, que querías probar, aunque no te hayas dado cuenta antes. Esta ciudad de Florida no es, ni por asomo, la excepción a la regla.

Miami, en mi opinión, tiene lo mejor de dos mundos. No deja de ser una ciudad estadounidense, con todos sus detalles, sus sellos típicos, sus marcas y costumbres, pero tiene esa calidez tan típica de las ciudades latinas, que, ¿para qué negarlo?, enamora a más de uno.

Decidimos alojarnos en Miami Beach, porque todo el mundo nos había recomendado eso. La verdad, tenían razón. Es una zona única para ser turista, con una vida y vibras muy especiales. La gente pasea en autos descapotables, corre por la costanera, se tira en la playa o sale de compras. Es un rincón distinto de Miami, que contrasta mucho con la ciudad. Locales, restaurante, vida nocturna, paseos acuáticos, cruceros, actividades… todo lo van a encontrar en esta pequeña porción de la ciudad, que tiene una belleza muy especial.

Obviamente, como a nosotros también nos gusta el lado B de las cosas, salimos a recorrer la otra parte de Miami. El downtown, Wynwood, Brickell, Little Havana… Todo juega con contrastes, con extremos, con diferencias y cosas que resultan familiares. Aunque ya estaré detallando nuestro itinerario para cinco días, creo que es una ciudad que tiene de todo un poco para hacer. Si bien la playa es su fuerte, hay más cosas para disfrutar de Miami. Hay contrastes por todos lados y es interesante observarlos. Hay partes que derrochan dinero, lujo y excesos; otras más humildes, donde vemos a la gente común, a los trabajadores, a las comunidades que se reúnen en barrios típicos. El juego de los detalles, de las diferencias, me pareció totalmente atractivo. Son puntos de vista. Pueden quedarse en Miami Beach que seguro lo van a disfrutar, pero vale la pena darse una vuelta por la ciudad, por la parte más real de Miami. El arte en Wynwood, con sus murales y su onda alternativa, la música y las comidas del barrio cubano, la zona cosmopolita de Brickell, lo moderno de Coconut Grove… Para el viajero siempre son bienvenidas y saben encantar a su manera.

Con respecto a las compras, es sabido que mucha gente visita la ciudad para comprar. Bien al estilo de los yankees, se puede perder días enteros recorriendo malls y tiendas. No soy fan de perder tiempo en hacer shopping cuando afuera hay una ciudad por recorrer que no conozco, pero hemos dedicado algunas horas a conocer malls y calles de compras famosas. Más allá de las tiendas, Lincoln Road es un lugar precioso para caminar, conocer y comer algo. Pero demás está decir que si les gusta patinarse unos cuántos dólares en ropa, tecnología y, bueno, boludeces, están en el lugar indicado. Vimos precios excelentes en un montón de cosas, de esos que ni por asomo se consiguen por estos lados. Los famosos Department Stores son una visita obligada si buscan ofertas, pero tienen que estar dispuestos a dedicarles tiempo: mucha gente, muchas cosas, mucha mezcla es equivalente a mucha paciencia.

Con cinco días estuvimos muy bien para conocer lo más importante y todas aquellas cosas que teníamos ganas de ver, aunque pueden quedarse más tiempo y no aburrirse; de hecho, nos han quedado algunos pendientes en el itinerario. Además, Miami está en un lugar estratégico: tanto si buscan conocer el caribe, Key West, los parques de Orlando o Tampa, están cerca de todo. Además de la frecuencia y oferta de vuelos que tienen, que los puede llevar a cualquier otro lado en pocas horas. Hacer base en esta ciudad no es una mala idea.

Entendí por qué mucha gente me había hablado tan bien de Miami. Y otra vez reconfirmo que, hasta que uno no lo ve con sus propios ojos, no puede entender el encanto que tiene cada lugar. Siempre me gusta buscar el encanto de los lugares que visito. De esta ciudad, personalmente, me llevo esa sensación de sentirme un poco como en casa y estar rodeada de la calidez latina, pero disfrutando de todas esas cosas caprichosas e innecesarias que me pueden cuando voy a Estados Unidos.

En unos días subo la guía para recorrer la ciudad sin auto, sugerencias para comer, qué visitar, algunos tips sobre el alojamiento y qué tener en cuenta si están planificando un viaje a la ciudad del comandante.

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