La república mágica: un día en San Marino

San Marino
San Marino

Hay lugares que quizás no son tan turísticos, pero que vemos en fotos, publicaciones, guías, un programa, un libro… lugares que nos invitan a conocerlos, aunque no sean el destino típico. Hay destinos con los que de alguna forma nos obsesionamos un poco, y tenemos la necesidad de visitarlos aunque tengamos que meterlos a la fuerza dentro de nuestro itinerario.

Esa fue mi primera relación con la Serenissima Repubblica di San Marino: uno de los microestados europeos con menos de 70 kilómetros cuadrados de superficie. Más allá de las fotos bellísimas que había visto, me daba curiosidad saber cómo era la vida en un lugar así, en una superficie que parece perdida dentro de Italia, pero que en su soledad alberga una belleza impresionante.

Para llegar, tuvimos que hacer base en la ciudad italiana de Rimini (es la única forma de llegar mediante transporte público, sino hay que ir con auto). Nos quedamos dos noches, lo suficiente como para poder dedicarle un día completo al país vecino.

Salimos temprano y, lamentablemente, el día no nos acompañaba en lo absoluto: llovía y había mucha niebla, algo que nos jugó en contra cuando llegamos a San Marino. Basada en mi experiencia, si visitan este lugar un día de lluvia, tengan en cuenta que se pierden la mayoría de las vistas increíbles que tiene (está en la altura, así que las nubes no dejan ver demasiado). Nosotros no teníamos opción, ya que al otro día seguíamos con nuestro viaje, por lo que no nos quedó otra que ir ese día y disfrutar de lo que nos ofrecía.

El viaje en micro es corto y el recorrido bastante interesante. Tomamos el Bonelli Bus, que sale en la calle opuesta a la estación de Rimini, y que en invierno tiene una frecuencia de aproximadamente una hora (funciona también domingos y feriados, aunque con menos frecuencia). Sale cinco euros el trayecto. En su sitio tienen todos los detalles necesarios.

El camino en subida nos llevó hasta el estacionamiento de lo que es propiamente la Ciudad de San Marino, en el Monte Titano. La primera impresión, a medida que uno va avanzando por los caminitos de la ciudad, es la de estar en una película medieval. Calles estrechas, caminos de piedra, subidas y bajadas que se perdían bajo la lluvia, construcciones antiguas y la niebla de ese día. La ciudad es, auténticamente, sacada de un set de película.

La persistente llovizna no nos impidió llegar hasta la oficina de turismo, donde retiramos nuestro mapa de la ciudad. Además, por cinco euros, podés llevarte el sello del país en tu pasaporte, acompañado por una estampilla. No podíamos dejar de registrar el momento en nuestro libro de viajes.

Con un camino persistente en subida y con nuestro mapa en mano (y la lluvia también), nos decidimos a alcanzar cada uno de los puntos de interés que nos mostraba el mapa. En invierno, y con lluvia, fue un camino solitario y casi mágico. Aunque suene algo reiterativo, realmente era como estar en el set de una película. Los árboles, los escalones, los caminos ensortijados de piedra y esas construcciones perdidas entre la bruma creaban una atmósfera que nunca había tenido la oportunidad de ver en mi vida. El recorrido es cansador, sobre todo luchando contra el frío y el agua, pero la travesía vale la pena. Aunque nos perdimos de las vistas increíbles que ofrece la altura (sólo pudimos ver algo cuando empezó a despejarse), el panorama que nos pintó el día gris fue también único a su manera.

En lo que es el centro histórico, hay varias opciones para comer y para todos los bolsillos. A la tarde nosotros fuimos a un pequeño restaurante muy familiar, donde entre mesas apretadas comimos unas buenas pastas con una cerveza para combatir el frío y llenar el estómago. El lugar en sí no era lindo, pero la verdad es que nos atendieron enseguida y comimos bien y barato lo cual, dadas las condiciones climáticas y el horario, era todo lo que necesitábamos.

Además de los restaurantes y cafeterías, en el centro se pueden encontrar muchos lugares que se dedican a vender productos variados, en especial para los habitantes de Italia que van a comprar ahí (ya que hay tax-free). Aunque no estuvimos en plan tour de compras, hay muchas cosas y chucherías para comprar (¡Venden el chocolate por metro! ¡Sí, por metro!).

Nosotros decidimos quedarnos en Rimini, pero San Marino también tiene su oferta hotelera para los que decidan quedarse a pasar la noche. En el mismo centro histórico hay muchos hoteles, cuyos precios van entre los 1000 y los 2000 pesos la noche, aproximadamente. Si buscan algo más económico porque van solos, Hostel San Marino está un poco más alejado del centro pero tiene camas en dormitorios compartidos por algo de 500 pesos la noche.

Sé que no es una ciudad típica en los itinerarios, pero recomiendo pasar por este lugar si están por Italia. Después me cuentan qué les pareció y, si les toca un día de sol, me mandan un par de fotos.

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