Perderse en las calles de Venecia

Góndolas venecianas - PH: Daniela Coccorullo
Góndolas venecianas - PH: Daniela Coccorullo

Hay una mítica sobre muchas ciudades del mundo y cosas que se deben hacer estando en ellas. Todos los que disfrutamos un poco de viajar somos conocedores (o por lo menos, parcialmente) de esos obligados que hay en cada lugar que visitamos. Alguna vez había leído perderse en las calles de Venecia como algo mágico, algo que tenía que hacer si visitaba la ciudad.

Y es verdad.

No es solamente una expresión de deseo, el perderse, porque la isla de Venecia resulta un laberinto para cualquiera que no haya estado el tiempo suficiente como para conocerla de memoria. Sus calles oscuras, pequeñas y húmedas, con esos recortes abruptos que terminan en el agua, con esos pasadizos secretos que parecen sacados del set de una película de suspenso, con todas sus casitas amontonándose en mareas de colores cálidos y gastados… Venecia es así, un poco caprichosa, un poco mágica, pero definitivamente un lugar en el que todos deberíamos perdernos alguna vez.

Desde el aeropuerto nos tomamos un micro, y desde la estación de micros un barco (algo así como un bote-bondi, como decidimos llamarlo, con un boleto único o un abono por día mucho más conveniente), y llegamos al icónico Ponte di Rialto, con el reloj ya dando las 00 horas del 31 de diciembre. Sacamos una tarjeta para jóvenes llamada Venezia Unica, que resultó una gran idea cuando nos enteramos que el transporte público estaba 7,50 euros. Lido, Murano, Burano. A todo se llega con estas lanchas que recorren los canales de Venecia como un colectivo acuático, dándonos vistas y paisajes increíbles por un precio bastante más módico que el de las famosas góndolas venecianas (algo que ronda los 50 a 80 euros, dependiendo también de la cantidad de gente entre la que se reparta el gasto).

La visita obligada al icónico puente es solo una de las tantas que tiene Venecia. De verdad, piérdanse. Solo de esa manera pueden descubrir el encanto de las calles ensortijadas de esta isla, con su belleza tan única en el mundo. Más allá de lo inevitable, déjense llevar. Es uno de los lugares más adecuados para hacerlo.

Año nuevo fue una experiencia aparte. Esa tradición tan linda que tienen en otros países de festejar en la calle, de celebrar todos juntos con una cortina de fuegos artificiales, mulled wine (vino caliente con especias) para batallar el frío, comida en la plaza y ajetreo hasta altas horas de la madrugada. El show impecable de fuegos artificiales en Piazza San Marco, entre un ambiente más bien concurrido pero lejos del caos que vi o viví en otras ciudades. Es un espacio relajado, donde la comida es un elemento también fundamental y donde el tumulto de gente no se materializa hasta ya bien entrada la noche. Es de esas veladas en el año en el que la calma de la falta de residentes de Venecia pasa desapercibida entre las luces y la gente, la música y la fiesta.

Aunque muchos conocidos me habían dicho que se recorría en muy poco tiempo, creo que Venecia es un buen lugar para dejarse llevar y olvidarse por un tiempo de los mapas y los horarios. Esas caminatas nos llevaron a lugares encantadores, como una escalera hecha de libros (en la Librería Acqua Alta) o un particular hospital a las orillas de los famosos canales. ¿La parada obligatoria? Las pastas frescas de Dal Moro’s para llevar, de las mejores que comimos en Italia.

Venecia es un lugar para perderse, una ciudad única por su belleza, su historia, sus costumbres y rincones. Es uno de esos lugares que vale la pena visitar una vez en la vida, aunque sea solamente para pasear en góndola y tener una trasevía diferente en una de las ciudades más románticas y pintorescas del mundo.

Te dejo una guía de la ciudad para que puedas tener a mano qué ver, qué comer y donde alojarte en Venecia.

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