Curaçao: un destino distinto

Willemstad desde Otrobanda - PH: Daniela Coccorullo
Willemstad desde Otrobanda - PH: Daniela Coccorullo

Me costó escribir este post. Me costó porque, incluso habiendo vuelto hace casi un mes, todavía me cuesta encontrar adjetivos para describir Curaçao. Porque más allá de las playas de ensueño que vieron en toooodas las fotos que subí, hay algo más. Distinto me pareció una buena palabra para empezar.

Hay destinos qué, quizás, no están en mi lista de pendientes. Nunca es por decir la verdad ahí no iría, sino que suele tener que ver con desconocimiento, o con prioridades (y, algunas veces, también con lo económico). El caribe, sin dudas, no era un ítem en la lista que tuviera mucha relevancia. Por lo general, cuando viajamos solemos escapar hacia el frío y no a la inversa (#TeamInvierno los dos, a morir), como fue el caso de este viaje. ¿Por qué? Teníamos un poco de ganas de descansar —aunque por lo general eso queda sólo en una expresión de deseo; no podemos evitar salir a recorrer— y, después de unos días en Miami, el próximo destino apareció en las islas del caribe.

Habíamos visto una foto de Curaçao hacía mucho tiempo. La típica foto de las casitas de colores, que mucha gente conoce pero no sabe quizás ni de dónde es. No nos sorprendía que todo el mundo nos preguntara, a la vuelta del viaje, dónde quedaba Curaçao, qué lenguaje hablaban, qué había para hacer, por qué lo habíamos elegido… El desconocimiento en algún momento también fue nuestro. Incluso antes de viajar, sabíamos que no era un destino tan turístico como lo son otras islas de la zona. Teníamos muchísima curiosidad.

Decidimos alojarnos en Otrobanda, en la zona de Willemstad, ya que fue lo más céntrico que encontramos y con precios muy buenos —sobre todo comparándolos con Miami Beach. Siempre tendemos a hacer eso con los lugares que no conocemos, o con los que no tenemos referencias: vamos a lo seguro, a la zona del centro, donde vemos muchos hoteles y locales. La elección sin dudas fue acertada.

Hay algo que tengo que decir desde el principio, que incluso ya habíamos leído antes de viajar: Curaçao está poco preparada para el turismo en general. No esperen ver hoteles por todos lados, grandes complejos (salvo algunas excepciones cerca de las playas), no esperen locales que cierran a altas horas de la noche, ni esperen ver cosas turísticas por todos lados. La frecuencia de transporte es pobre —de ahí que recomendamos desde el principio alquilar un auto— y las rutas, por momentos, parecen llevar a la nada misma. Los negocios que vimos por Willemstad son más bien de todos los días (con unas pocas regalerías y locales de recuerdos) y lo más probable es que si entran a alguna cadena de comidas, haya más locales que turistas. Y es eso lo que lo hace, en cierto modo, distinto, y encantador a su manera.

Curaçao fue agarrar el auto por primera vez en el extranjero, nuestro primer roadtrip oficial, y dejarnos llevar por rutas largas y rodeadas de naturaleza. Con Google Maps, llegamos a la otra punta de la isla en menos de una hora, después de perdernos algunas veces con mapas que no son del todo exactos y muchas rotondas. No podíamos hacer más que reírnos, pensando en cómo habíamos terminado en aquél destino que fue encantándonos de a poco. Porque cuando vas hasta el norte en Westpunt y te encontrás con esas playas de agua cristalina y casi desiertas, no podés evitar pensar que fue una gran decisión elegir esta isla para quedarse unos días. No vimos masas de turistas, no vimos locales explotados de gente, no vimos imanes comerciales para los extranjeros. Salimos a caminar sintiéndonos locales, con gente mirándonos un poco curiosa, mientras nos encontrábamos con restaurantes al lado de la playa, bares desiertos y calles con uno o dos locales haciendo su vida diaria. Lo pienso y sonrio, porque realmente fue un viaje distinto a cualquier otro que tuvimos. Curaçao no nos esperaba, y nosotros no sabíamos qué esperar de Curaçao. Fue la combinación perfecta.

Más allá del tour de playas, también el centro cuenta con algunos edificios y lugares que pueden elegir o no recorrer. Además de cruzar el Puente Reina Emma y de verlo con sus luces, esplendoroso, por la noche, hay algunas cosas que teníamos anotadas para conocer en Willemstad. El Fuerte Ámsterdam, algunos museos locales, incluso el mercado flotante donde la gente que vive en la isla compra pescado, frutas y verduras. Sus callecitas, sus carteles, sus bares, es todo una obra que lejos está de ser construida para el turista, pero que igualmente encanta.

Por la zona de Mambo Beach, una de las playas más turísticas y donde probablemente vean más cosas típicas de un destino de playa preparado para visitantes, también pasamos por el acuario y la famosa Dolphin Academy. Hay cosas para hacer y realmente disfrutamos recorrer el pequeño centro histórico, con sus colores, su gente, su cotidianidad… Eramos dos viajeros curiosos caminando por lugares nuevos, pero sintiendo la extraña familiaridad de un lugar que parece no recibirte como turista, sino como un habitantes más.

Recorrer las rutas no es una tarea difícil, incluso si no tienen mucha cancha. No hay mucho tráfico y la gente no suele manejar muy rápido. Pero también hay tramos donde están en la nada misma y uno siente que no va a salir a ningún lado. Hay que ser precavido. El auto lo retiramos y lo dejamos en el aeropuerto, al que también recomiendo ir con tiempo. Todo funciona como un pueblo, algo que es agradable pero a lo que no estamos acostumbrados. Las chicas en el mostrador les van a dar charla, la gente no está apurada, el edificio es pequeño y no opera muchos vuelos. Como dije, es distinto, y a veces lo distinto cae bien cuando uno empieza a agarrarle la vuelta.

Hablando de la gente del aeropuerto, tengo que hablar de los locales en general. En todos los lugares nos trataron de maravilla. Desde la recepción del hotel hasta el bartender de la playa, simpre fuimos recibidos con una sonrisa. Todos hablan español o lo intentan; fue muy poca la gente con la que tuvimos que comunicarnos exclusivamente en inglés. En algunos locales fuera del centro, nos encontramos con que la carta no estaba en inglés y los mozos hablaban poco y no sabían explicarnos mucho, pero fue la excepción a la regla. Por lo general van a encontrar menúes y carteles en inglés, gente muy dispuesta a hacerse entender en español y una vibra en general muy relajada. La verdad, el trato de la gente fue de lo mejor y nos llevamos un muy buen recuerdo.

Pero más allá de todas mis palabras y halagos a esta isla, quiero volver a uno de los posts que habíamos leído antes de viajar, que nos pareció casi fatídico. Este es el link. Y ahí es cuando pienso que lindo es viajar y ver las cosas con tus propios ojos. No dejen nunca que alguien les diga no, ¿ahí vas a ir? Mejor andá a xxxxx. Viajar siempre me hace recordar que todos somos distintos. Que algunos volvemos fascinados con lugares que a otras personas no les movieron un pelo. Que hay gente que ama lugares que a nosotros no nos parecen gran cosa. Que fantaseamos sobre lugares que otras personas jamás pensarían en visitar. Viajen. Vean. Conozcan antes de emitir juicios o dejar que otras personas los hagan por ustedes.  

Más allá que el post que compartí es un poco fatalista en cierto sentido y que hay (muchas) cosas que no comparto, tengo que darle la derecha en ciertos aspectos. Llegan a una isla que tiene pocas cosas, sí. Obviamente, si lo vamos a comparar con Miami es posible que se sientan en el medio de la nada. A nosotros la sensación nos encantó, fue una experiencia muy especial, pero a algunas personas les puede molestar o parecer aburrido. 

También, si pueden pagar con florines, siempre el cambio va a ser más beneficioso. Y si ven que algo les parece excesivamente caro, no lo compren. Es real que puede haber una mala intención de poner el valor sin el tipo de moneda. Obviamente, si les quieren cobrar 10 dólares algo que debería salir 10 florines, deberían darse cuenta (la moneda de ellos, con la notación NAf, tiene un valor de 0,55 dólares, por lo que les estarían cobrando casi el doble). La realidad es que Curaçao no tiene unos precios desorbitados, por lo que cualquier cosa que les parezca excesivamente cara, es probable que tenga un valor alterado. Nosotros estamos muy acostumbrados a la viveza de algunos comerciantes, por lo que ya lo tenemos casi incorporado.

Con respecto a las playas, nosotros encontramos algunas bellísimas y sin piedras, aunque hay de todo. También hay algunas totalmente desiertas, donde la gente se llevaba sus cosas para pasar el día, y otras que te proveen sillas, comida, bebidas y demás (siempre con un costo, claro). Es cuestión de saber elegir. Es real que están lejos del centro, por lo que el auto nos pareció necesario y en todo momento nos sentimos muy cómodos moviéndonos por la isla. Teníamos en claro a dónde íbamos, por lo que no esperábamos estar ocupados todo el tiempo como en otros destinos. Willemstad es pequeño, la isla es increíblemente tranquila, todo es mucho más rústico que lo que muestran las fotos; si no van con eso en mente, es probable que se decepcionen.

Como les digo, pueden leer muchísimo sobre un destino, pero no hay nada más lindo que ir y comprobar por uno mismo si todo lo que dicen era cierto.

Sin dudas, este fue uno de los destinos más peculiares a los que fuimos. Curaçao es especial. Si están buscando playas con mucha gente, mucha fiesta, muchos lugares para comer o tomar algo, quizás deban replantearse si este destino es para ustedes. Ahora, si quieren disfrutar de playas paradisíacas, con poca gente, con la capacidad de meterse de lleno en la vida de una de las Antillas holandesas, quizás deberían poner a Curaçao en su lista de pendientes por visitar.

Ya estaré publicando una guía con las playas que visitamos y cómo llegar, además de algunos precios que vimos en la isla y recomendaciones sobre presupuesto, dónde alojarse y demás. Mientras, más info y fotitos en mi Instagram.

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