Paraíso azzuro: Isla de Capri

Vista desde Anacapri - PH: Daniela Coccorullo
Vista desde Anacapri - PH: Daniela Coccorullo

Muchos argentinos, la mayoría, tenemos descendencia italiana de algún tipo. Me cuesta hablar de Italia sin ponerme un poco sentimental, porque muchas de las tradiciones de mi familia y los recuerdos de historias de bisabuelos y abuelos tienen que ver con uno de los países más lindos que tuve la suerte de conocer. Quizás no sea objetivo el calificativo, aunque estoy segura de que mucha gente estará de acuerdo conmigo en que Italia ofrece una variedad y belleza de paisajes que encantan. No es sorpresa que la Isla de Capri sea la elegida por muchos europeos para sus vacaciones de verano, porque las vistas, la arquitectura, las aguas y la paz que ofrece invitan a quedarse más tiempo del que seguramente podríamos. Porque la belleza tiene su precio, y Capri es uno de los destinos más bellos como costosos de Italia.

Mi paso por el país fue más breve de lo que hubiese deseado, pero tuve la suerte de conocer bastantes ciudades sobre las que me gustaría hablar en algún otro momento. No creo que un post sea suficiente para ellas y todas esas cosas diferentes que tienen para ofrecer. Pero tengo que hablar de uno de los lugares más increíbles que vi. Fue llegar en barco a un lugar que parecía sacado de uno de esos cuadros que parecen surrealistas.

Llegamos en barco desde Sorrento, un lugar tan lindo que también merece una nota aparte (sí, también). Aunque eran principios de mayo, plena primavera, hacía calor y había gente que no podía esperar por meterse al agua, tan azul que parecía irreal. Estábamos fascinados cuando el barco se detuvo en esas costas que parecen pintadas. De verdad, toda la isla es una postal. Pasa el tiempo, y me resulta difícil superar el color azul tan perfecto que tienen las costas del sur italiano. Me quedan muchos lugares por ver, pero estoy bastante convencida de que esa llegada a Capri es una de las fotografías más lindas que voy a tener la suerte de conservar en la memoria.

La isla está llena de casitas y negocios, repartidos entre calles realmente estrechas, que son bastante caros como para ir de compras, pero el paisaje que ofrece es suficiente como para que el viaje valga la pena. Tomamos un café en uno de esos restaurantes con mesitas repartidas entre esos caminos de piedra angostos, algo que parece común en Italia, y realmente el recuerdo es de un destino soñado para relajarse y deleitarse con los colores de la isla.

Después de la llegada, hicimos el ascenso en Anacapri, que tiene unas vistas que son absolutamente increíbles, para hacer juego con el resto del paisaje. Las aerosillas te llevan hasta la cima, ofreciendo paisajes bellísimos desde todos los ángulos. Los colores, las casas construidas en pendiente… es todo bello de una forma muy particular. De más está decir que la parte superior es digna de mil imágenes. Podría llenar el post de fotos, desde todos los puntos, sobre las bellezas que ofrece Anacapri y sus vistas.

Si tenés la suerte de que el tiempo acompañe, también salir a navegar puede ser una buena opción. La realidad es que cuando el clima es bueno las opciones son muchas, es cuestión de suerte. Sino, hay muchas opciones gastronómicas también para comer mientras disfrutan de un paisaje de ensueño, en esas mesitas chiquitas que se reparten sobre las costas y las terrazas de la isla.

La gruta azul es uno de los paseos casi obligados del lugar, pero que muy pocos afortunados tienen la suerte de hacer, ya que no se puede entrar si la marea no está baja. Lamentablemente no pudimos hacerlo por las condiciones del agua, pero la imagen desde la escalinata es más que suficiente para decidirse a hacer el trayecto. El agua en contraste con el verde y el cielo es una de esas cosas fuera de serie, de esos momentos en los que desearías tener una de esas cámaras con muchísimos megapíxeles para tratar de captar algo que, de cualquier forma, no va a ser tan mágico como en vivo y en directo.

Si vas a Italia, no te pierdas del sur. De verdad. Todo el viaje vale la pena. Hay algo de añoranza en pensar en lugares que vieron mis antepasados pero, objetivamente, los paisajes de aguas perfectas y construcciones de cuento son algo para no perderse.

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