Qué lindo, por fin, caminar por Budapest.

Calles de Budapest - PH: Daniela Coccorullo
Calles de Budapest - PH: Daniela Coccorullo

¿Viste cuando soñabas con conocer un lugar desde hacía años, tantos años que ya habías perdido la cuenta? Cuando van pasando los viajes y lo vas dejando de lado porque primero querías conocer lo típico, después porque a tus acompañantes no les gustaba, otra vez porque tenías pensado conocer un país y te quedaba muy a contramano… En este viaje, no, dije ya está. No tenía muy definido los lugares a los que íbamos a ir; no sabía muy bien qué recorrido quería, incluso estuve modificando cosas a pocas semanas de irnos. Sin embargo, algo era seguro: en ese viaje me iba a dar el gusto de conocer Budapest, una ciudad con la que había soñado desde siempre.

Como siempre digo, es rara la forma en la que funcionamos los seres humanos. No tenía razones reales para que mis deseos de conocer esta ciudad fuesen tan fuertes —más allá de ese pasión muy equitativa que tengo por conocer casi todas las ciudades de Europa, como ya saben los que me leen o me escuchan hablar. Obviamente, había visto fotos y había quedado fascinada con el Parlamento de noche, hacía ya muchísimos años. Durante el viaje pasado, había leído sobre los mercaditos navideños de la ciudad. También había escuchado sobre los populares ruin-pubs o bares en ruinas. Más allá de eso, realmente no tenía muchas razones para estar tan emocionada por conocer Budapest.

Y, sin embargo, me moría de ganas de estar ahí.

Llegamos a la ciudad de noche, desde Berlín, en un EasyJet llamado G-Ezra. Y obviamente al tono de la famosa Budapest —por si alguno no sabe de qué hablo, pueden hacer click en este video—, nos bajamos del avión para conseguir un taxi. El frío era intenso, pero las luces de la ciudad también. Más allá de mi eterna perorata de lo fascinantes que me resultan las ciudades europeas por la noche, Europa del Este tiene una particularidad cuando de vistas nocturnas se trata: me dio la sensación de transportarme un poquito en el tiempo. Es algo muy especial.

El taxi lo tomamos directamente desde el aeropuerto, porque éramos tres personas. Era muy tarde para el transporte público y la realidad es que, por la cantidad, nos salía más económico que pagar el transfer de forma individual. Desde el aeropuerto hasta la puerta del departamento que alquilamos, pagamos aproximadamente 25 euros. Esto ya nos lo informaron antes de tomar el taxi, donde nos hicieron esperar para poder tomarlo (y nos regalaron unos bomboncitos de mazapán para el camino).

Esta fue la primera vez que usamos Airbnb en un viaje, y la experiencia fue muy satisfactoria. Ni siquiera tuvimos que encontrarnos con nuestro host: nos dejó el código de acceso al edificio y luego las llaves en una cajita, también con un código. Fue muy fácil entrar y ponerse cómodo. Ya estaré contando un poco más sobre la experiencia, pero definitivamente volveríamos a hacerlo en esta ciudad. Hay cierto miedo de algunas personas, por lo que había leído antes de viajar, sobre lo que son en sí las ciudades del este. Si bien notamos la capital un poco más descuidada que otras ciudades en las que habíamos estado —hablando más que nada a nivel limpieza—, no nos pareció ni peligrosa, ni poco atractiva (por el contrario), ni insegura. Nos sentimos muy cómodos desde el primer momento, incluso cuando nuestro departamento no se encontraba en una calle principal y llegamos un lunes a la madrugada. Pasada la primera inspección del barrio, que siempre genera tanto fascinación como un poco de incertidumbre, nos dimos cuenta que no había de qué preocuparse. La gente no habla un inglés tan perfecto como en otras zonas de Europa, pero siempre nos pudimos hacer entender y nos trataron muy bien. Y los supermercados tienen muy buenos precios y todos nos aceptaron tarjeta, lo que resulta una tranquilidad a la hora de parar en departamento.

A pesar de ser casi las 11 de la noche, estábamos muertos de hambre y con ganas de conocer un poco la ciudad. Encontramos un restaurante pequeño sobre Teréz, una de las avenidas principales de la zona, donde comimos un menú de tres pasos con una cerveza por 12 euros. Comer en Budapest no fue un problema, en absoluto: tanto el supermercado como los comercios tienen muy buen precio; en especial después de venir de Ámsterdam y Berlín, donde los valores son otros. Incluso el transporte público nos resultó muy barato. Con aproximadamente 13,30 euros (4150 florines húngaros), sacamos un pase de transporte de tres días, que nos permitió movernos por la ciudad con total libertad. Budapest es increíblemente bella para recorrerla a pie, pero durante el invierno el transporte llega a ser hasta un refugio del frío. Además, para cruzar entre Buda y Pest puede ser una muy buena alternativa a pasar por los puentes caminando. Otra opción es sacar el boleto por día que sale 5,30€, o los viajes individuales por 1,70€. Todo depende de lo que tengan planificado hacer.

Cuando terminamos de cenar aquella primera noche en la ciudad, ya pasadas las doce, no podíamos volver al departamento. Me negaba. Obviamente, no me iba a ir a dormir sin antes ver el Parlamento de noche. No me importó el frío, la hora, o el hecho que nos encontrábamos en una ciudad nueva, en un barrio que no conocíamos. Con el mapa descargado en Google Maps, empezamos a seguir el camino entre calles oscuras y bastante desiertas. Y de a poco empieza a asomar, adornado por un árbol gigante de Navidad y muchas luces. Algunos policías acá y allá, pero la realidad es que teníamos todo el Parlamento para nosotros, en una de las noches más frías que habíamos tenido hasta entonces. Es una estructura que saca el aliento, de verdad. El tercer Parlamento más grande del mundo, después del rumano y el argentino, pero sin dudas uno de los más icónicos y fotografiables del mundo. Si pueden hacer el paseo en barco por el Danubio, les va a dar una de las vistas más increíbles de este lugar.

La magia de noche no deja de estar viva de día. Es una ciudad que despliega encanto por todos lados, de una forma muy propia. Sin dudas, la época navideña le sienta bien a Budapest, que se llena de mercaditos callejeros, luces, adornos y detalles en sus avenidas más transitadas. Recomendables sobre todo el mercado de la plaza principal y el que se encuentra frente a la Basílica de San Esteban, un item más en la lista de atractivos de la ciudad. Como acostumbran en Europa, la gente se reune en estos lugares a tomar y a comer, y fue una de nuestras opciones para probar algunas de las comidas típicas de la región. En el primer mercado comimos varias veces, ya que es una forma bastante económica para probar las comidas locales (y no tanto), disfrutar de un vaso del famoso vino caliente o degustar algún dulce típico hecho de mazapán. Es un ambiente muy único, incluso a pesar del frío, que recomiendo aprovechar si viajan en estas épocas. Las fiestas de fin de año en Europa, para los que vivimos en el hemisferio sur, tienen una atmósfera muy especial. Europa del Este, especialmente, tiene unos mercados hermosos y unas decoraciones que encajan a la perfección con las construcciones y la historia de sus calles.

Lógicamente, si van a Budapest no pueden dejar de cruzar el Puente de las Cadenas. Aunque nos alojábamos en Pest, sabíamos que Buda tenía una de las vistas más increíbles de la ciudad. Esta capital, dividida en dos y unida por sus puentes, tiene muchos contrastes entre ambas partes, que son igualmente bellas. Nos habían recomendado parar en Pest, que es quizás la zona con más movida nocturna y lugares para comer y visitar. Sin embargo, el Castillo de Buda y la Bastión de los Pescadores son razón suficiente para cruzar al otro lado de la ciudad. Quedamos absolutamente maravillados con estas estructuras, con la subida, con su pequeña ciudad, con sus vistas y sus ventanas. El funicular que lleva hasta la cima no funcionaba, pero había buses que llevan hasta arriba. Nosotros decidimos hacerlo caminando, pero también tienen la opción de hacerlo con el transporte público (con el mismo ticket que compran en el metro). Es un lugar emblemático para ir, tanto de día como de noche. La vista de la ciudad es increíble. La belleza de este destino queda en evidencia cuando tenés una postal aérea así. La entrada al mirador cuesta un euro, un precio válido para apreciar el Parlamento, sobre todo cuando cae el sol y se ilumina por completo.

Si buscan vistas de la ciudad, otra gran opción es la recientemente inaugurada noria llamada Budapest Eye. Al mejor estilo de la popular atracción londinense, ofrece unas hermosas vistas de la capital por un precio que resulta mucho menor que el de otras ciudades. Por 8 euros pueden subirse a esta atracción, que con sus 65 metros es otra buena idea para tener una panorámica de Budapest. En épocas festivas se suman las luces, que de noche adornan la ciudad y parece salida de un cuentito.

Como comentaba, esta ciudad es bella tanto de día como cuando cae el sol. Además del atractivo de los mercados, se suman los innumerables bares que tiene esta ciudad. Si van en verano, seguro van a poder disfrutar de alguno de los rooftop bars, muy populares en Budapest. Durante el invierno, si bien hay terrazas que se transforman para adecuarse a la estación, es recomendable refugiarse en alguno de los Ruin Pubs de la ciudad, que tienen una estética única y un montón de tragos y comidas para probar. No pueden irse de Budapest sin haber ido a Szimpla Kert, uno de los pubs más famosos de la ciudad. Una experiencia que, sin dudas, merece post aparte. Los precios suben un poco, pero sigue siendo muy accesible para lo que es Europa en general.

Hay mucha historia en esta ciudad, y sin dudas no pudimos evitar perdernos entre sus calles y meternos a conocer sus atracciones principales. Es difícil pensar en ir a Budapest sin conocer los baños termales o sin empaparse un poco de la historia de la comunidad judía, que se ve reflejada tanto en edificios como en monumentos. Entre las visitas que puedo destacar, sin dudas caminar a orillas del río Danubio es una de ellas, donde los puentes, los detalles y la gente parecen parte de una pintura en movimiento, hasta dar de lleno con el imponente Parlamento —uno de los edificios más increíbles que vi, honestamente. Hay algo tan encantador de la rivera de esta ciudad, que es difícil ponerlo en palabras. Por momentos uno se siente transportado en el tiempo, viviendo fragmentos de historia y edificios con tantos años y anécdotas, y fragmentos de algo mucho más grande… No recorrimos muchos museos, disfrutando finalmente de días de sol de invierno, pero hay una amplia selección si disfrutan de estos paseos o si el tiempo no acompaña. Además de visitar el Parlamento, son recomendables el Museo del Holocausto, el Museo Nacional de Hungría o el Museo de Historia de Budapest. Si son más de las atracciones alternativas, super recomendables el Museo de Aviación o el Museo de Pinball

Los baños termales son otra visita obligatoria en esta ciudad, famosa por sus balnearios como Széchenyi o Gellért. Recomiendo mucho hacer lo que hicimos nosotros: darle un día extra a la ciudad, y dedicar ese último día a pegarle una visita a los baños y recorrer los alrededores con tranquilidad. Ya sea que elijan uno u el otro, ambos tienen mucho para conocer a sus alrededores y son una buena excusa para tener un día de tranquilidad. En Széchenyi, en invierno, hay una pista de patinaje sobre hielo gigante; también se encuentran la Plaza de los Héroes y el Castillo de Vajdahunyad, que pueden visitar antes o después de relajarse en uno de los spas más lindos de Europa. Si van para el lado de Gellért, en la zona de Buda, pueden aprovechar para conocer la Ciudadella, que no sólo está llena de historia, sino que también ofrece una vista increíble de la ciudad desde las alturas. Quiero ampliar esto en otro post, porque creo que lo merecen. No hay nada como dedicarle un día a relajarse, después de semanas caminando ciudades hermosas, sobre todo cuando las temperaturas están tan cerca del cero.

Obviamente, como cuento lo bueno, tengo que contar lo malo. Un día que me sentía un poco mal, tuvimos que tomar un taxi, que nos cobró 15 euros un viaje que evidentemente no pasaba de los 5 euros. Lógicamente, cuando uno no se siente bien no se fija en esas cosas, pero es real que a veces uno tiene que estar un poco más atento en algunos destinos. No es algo que nos haya opacado la felicidad del viaje, ni por asomo, sino simplemente algunas consideraciones que uno tiene que tener en cuenta cuando está en lugares donde no habla el idioma y las cosas funcionan distinto a lo que acostumbramos. Si no están en un apuro, como era nuestro caso, consulten el precio, utilicen algún servicio con aplicación móvil o simplemente usen el transporte público, que doy fe que funciona muy bien en esta ciudad. Como no me canso de decir, son cosas que pueden pasar en los viajes y que no tienen por qué ponernos mal. En especial cuando está en medio la salud de uno, no hay que escatimar ni pensar mucho en los gastos. Además, ¿cómo puede afectarte algo tan mínimo estando en este lugar maravilloso?

Con lo bueno, lo malo, las expectativas y la realidad, me llevo muchas cosas lindas de Budapest. Es una ciudad que muchos me habían dicho que no les había gustado, otros tantos que se habían enamorado, otros que seguro iba a querer volver. Budapest fue algo insual, porque fui con muchísimas expectativas, que sin dudas se cumplieron. Es algo raro porque no sabía muy bien qué iba a buscar a esta ciudad, pero me fui con un montón de anécdotas, recomendaciones y cosas nuevas para compartir. Fue la primera ventanita para ver la belleza de Europa del Este, una zona del continente a la que seguramente volveré cuando planifiquemos una nueva visita al otro lado del charco.

Aunque ahora me quedará pendiente regresar en verano —esa época en que, dicen, es una de las más lindas para conocer la capital húngara—, no me puedo quejar. Me llevo grandes recuerdos de esta ciudad. Me voy con la felicidad de, por fin, haber caminado por las calles de Budapest, otro sueño pendiente que pude cumplir en este último viaje.

Pronto estaré subiendo más info sobre dónde comer, nuestra experiencia con Airbnb y algunos lugares que no pueden dejar de visitar si deciden conocer una de las capitales más encantadoras de Europa del Este.

¡Más fotos en mi Instagram!

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Comments

  1. Pingback: Guía de Airbnb: usando la plataforma por primera vez - #M2CViajes

    • franco
    • 16 abril, 2018
    Responder

    dani, genial como relatas todo, te sigo en instagram y geniales tus fotos, en los primeros dias de agosto voy a hacer una pasada por budapest, pero solo un dia y medio, donde me conviene alojarme? somos dos asi que preferimos hotel o hostel pero con habitacion privada

    1. Dani Coccorullo
      Responder

      ¡Hola Franco! ¡¡Muchas gracias!! Si vas a estar poquito tiempo, tenés dos opciones (para mí): o te quedás cerquita de donde llegues/salgas (ya sea aeropuerto o estación de trenes o micros) o te quedás bien en el centro, viajás ida y vuelta pero podés aprovechar el tiempo a full. Depende mucho también de la hora a la que llegues y la que salgas. Si decidís quedarte en el centro, tenés el Hostel Budapest Center (que tiene ducha privada), o el Maverick Hostel & Ensuites, que es un poquito más caro pero tiene baño privado. Nosotros paramos en un Airbnb, pero por ahí si es tan poco tiempo conviene hostel/hotel. La zona que estuvimos nosotros (en Pest, a unas cuadras de la estación Nyugati) nos resultó super cómoda para recorrer. Armé una guía en otro post que por ahí te sirve si necesitás info de dónde comer, qué ver y demás: https://argietravellers.com/guia-viaje-budapest/ ¡Saludos!

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