Londres: una semana en la capital Inglesa

Tower Bridge - PH: Daniela Coccorullo
Tower Bridge - PH: Daniela Coccorullo

Londres fue, oficialmente, mi primer destino la primera vez que fui a Europa. Después de una breve escala en Madrid, salimos de Barajas para aterrizar en Gatwick sólo unas horas después. Aunque fue hace un par de años, me acuerdo de todo: bajar del avión, pasar por un supermercado dentro del aeropuerto a comprar algo para comer, retirar los boletos y salir con el tren rumbo a la ciudad. Pero, especialmente, me acuerdo de la emoción de estar en la ciudad que había querido conocer toda mi vida. Londres.

Habíamos sacado con anticipación los tickets del Gatwick Express. Cuando bajamos del avión, pudimos retirarlos en unas máquinas expendedoras y el personal, muy amablemente, nos explicó de dónde salía el tren. Sin ser excesivamente confianzudos, hay algo que me quedó de la primer visita a Inglaterra: los ingleses, por lo menos en la capital, son increíblemente cordiales y siempre están dispuestos a ayudar. Hay un falso mito sobre los británicos que, si bien son fríos, nunca dejan de ser amables.

El tren tarda más o menos una hora hasta la estación Victoria, uno de los puntos que conecta la ciudad con el resto del país. Nos quedamos en el Reem Hotel, un tres estrellas muy correcto en el barrio de Notting Hill, por lo que tuvimos que tomar un taxi para llegar. El señor no tenía muy en claro a dónde tenía que llevarnos, y -atentos- por darnos más vueltas de lo esperado nos cobró menos. Una locura. Los taxis son, a diferencia de los argentinos, muy amplios. Tienen los asientos y un espacio grande para las valijas por lo que, si van con mucho equipaje, es una buena opción. De cualquier forma, el transporte público en Londres es increíble y funciona muy bien.

Londres es una ciudad cara, por lo que mucha gente a veces le dedica menos tiempo. Pero yo debo decir que una semana me pareció poco. No me canso de decir que la capital inglesa es una ciudad increíble. Más allá de gustos, es un lugar en el que siempre hay cosas para hacer: un bar, un rincón, una feria, un evento… Es una ciudad incansable, donde cada porción, cada barrio, cada esquina tiene algo para ver que vale la pena. Es cuestión de ajustar el presupuesto y tratar de hacer rendir el tiempo cuanto nos sea posible.

Nuestro primer día, obviamente, fue el recorrido por la feria de Notting Hill. Con un reconocido fanatismo por la película de Hugh Grant y Julia Roberts, caminar por la feria del barrio ya de por sí era un sueño. Fue aún mejor cuando pude descubrir que, en realidad, cada detalle del paseo tiene lo suyo: antigüedades, comidas, pastelería, souvenirs. Hay de todo.

Nosotros habíamos sacado la tarjeta London Pass, con la travelcard (tarjeta de viaje) por siete días, por lo que nos pareció lógico empezar a hacer uso de ella. Hay un post al respecto para quienes estén interesados: nos resultó increíblemente útil. Todo lo que querés ver está a un subte o dos de distancia. Es una red impresionante y, no por nada, una de las más conocidas en el mundo.

Nuestro primer destino con el London Pass fue el Támesis. Pfff. ¿Qué puedo decir? Cuando llegás a Westminster, salís de la estación de subte y ves el Big Ben… Esa fotografía que viste tantas veces. Cuando lo tenés ahí no lo podés creer. Este pase incluye un paseo gratuito por el Támesis hasta el Tower Bridge, por lo que decidimos tomarlo y disfrutar de la rivera londinense, que es bastante espectacular. El barco sale desde la abadía y va haciendo su camino por el río, pasando por edificios y atracciones icónicas como el London Eye, el Southbank Centre, el Tate Modern, e incluso otros puentes destacables como el Millenium o el London Bridge. El recorrido realmente vale la pena y, aunque el guía te va narrando toda la historia en un inglés bastante acelerado, el viaje en sí ya es más que suficiente.

Con el pase teníamos también acceso a la Torre de Londres, por lo que decidimos aprovechar. El acceso vale la pena: todos es historia, todo son recuerdos, y todo se mantiene tan impecable como el resto de la ciudad. Además de las vistas que se consiguen, es un paseo que vale la pena hacer.

En la zona, después de tanto ajetreo, pudimos comer un gran fish and chips por muy buen precio. Pocos años después me enteré que este lugar había cerrado, pero por la zona hay muchos restaurantes e incluso algunos puestos de comida rápida.

Mi tercer día se pasó entre puentes y el Barrio Chino, haciendo un stop en los rincones tan especiales que tiene esta ciudad. Aunque el London Pass es una buena fuente de ideas para recorridos y lugares para visitar, Londres es de esas ciudades que, a medida que uno camina, va descubriendo cosas nuevas, cosas que no esperaba, no necesariamente turísticas, que parecen brotar de las paredes. Aunque una semana me parecía un montón en su momento, cuando había armado el itinerario, me di cuenta que Londres es una ciudad para quedarse mucho más de siete días. Carnaby Street por la noche y sus bares son una gran opción, sin dudas, y decidimos terminar el día ahí.

El cuarto día, visitamos el Buckingham Palace. Por una de esas casualidades de la vida, sin tener la menor idea, tuvimos la suerte de presenciar el cambio de guardia. Parece mágico como todo se detiene para llevar a cabo este acto solemne en el medio de una ciudad ajetreada, en hora pico y en un lugar muy concurrido. Es increíble lo que son las costumbres y el respeto que los londinenses tienen por ellas.

El resto de la jornada nos lo robaron los parques cercanos al Palacio, Green y Hyde Park, con las maravillas que trae la primavera a la ciudad y un día de sol en Londres. Por la noche, las maravillosas luces y el movimiento de Oxford Street son una gran opción para recorrer negocios en una de las avenidas más atractivas de la ciudad.

Al día siguiente, el destino fue Camden Town y sus alrededores. Hay un post sobre este rincón de la ciudad, que genera tanto amor como odio a aquellos que lo visitan. Al regreso pasamos por la estación King’s Cross (linea negra del metro), porque ¿cómo no iba a pasar por uno de los lugares más icónicos de una de mis sagas de libros favoritas? Buscamos el andén 9 y 3/4 , donde se encuentra un carrito como atravesando la pared, como los de los estudiantes de Hogwarts, donde te permiten sacarte fotos con bufandas que ellos mismos te dan. Aunque te ofrecen comprar la foto profesional, te podés sacar también tus propias fotos sin ningún problema. Junto a esta particular escena, hay un local que vende productos de Harry Potter y, para ser sincera, dan ganas de llevarse todo.

El último día completo que nos quedaba (al otro día salíamos temprano para París), decidimos que valía la pena perderlo en otro lugar menos céntrico y concurrido, por lo que terminamos en Kew Gardens, otra maravilla atípica para los que disfrutan de los jardines y la tranquilidad de los días de sol (que, lejos del mito y a pesar del clima cambiante, sí existen en Londres).

Es una ciudad a la que, personalmente, volvería en todos mis viajes a Europa. Siempre hay algo para ver, para hacer, para probar… Una semana es poco, pero basta para enamorarse de una capital que lo tiene todo.

Chequeá las fotos en mi Instagram: seguro te dan ganas de sacar ya un pasaje a Londres, la ciudad con miles de opciones para todos los gustos.

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