Milán: otra mirada de Italia

Frente del Duomo de Milán

Creo que este post es uno de los que más me costó escribir. Quizás porque me resulta muy difícil hablar de Milán y, a diferencia de lo que siente el resto, no querer volver ya. Es algo raro como funcionan la fascinación y la sorpresa por un lugar. Sin dudas, en Milán me pasó algo que no esperaba: encontré una ciudad en la que definitivamente no volvería a ser turista. Milán es una ciudad a la que volvería para quedarme como residente.

Hay muchos estereotipos de los italianos. Y ya veníamos de verlos todos en el sur, en Roma, en Florencia y en Venecia. Ya los conocíamos. Ya había estado en Italia y sabía que las historias que me habían contado eran ciertas. Sabía que era un país un poco más sucio, más familiar, menos estructurado que el resto de los países europeos que había conocido.

Sin embargo, Milán es otra cosa. Milán fue ese lugar en el que dije “acá me quedaría a vivir”. De verdad. Ese fue el pensamiento con el que me fui de una de las ciudades, a mi parecer, más lindas de Italia. Y no confundamos linda con pintoresca. Italia en sí es una belleza por donde se la mire. Italia te enamora una y otra vez, con un pueblo, una callecita, un rincón… Es así. Sin embargo, Milán fue diferente.

Llegamos con Italotreno desde Florencia. La estación de Milán es bellísima y, aunque Termini estaba mucho más linda este año (yo había estado en 2014, e hicieron muchas obras desde entonces), son dos cosas totalmente distintas. La ciudad de Lombardía tiene el encanto de las capitales como París o Londres, algo muy diferente a lo que se siente en el resto de Italia.

Desde la estación, nos tomamos el metro hasta nuestro hotel, casi al final de Corso Sempione. En un barrio más bien de edificios y oficinas, encontramos una zona tranquila y a pocos minutos del centro, que también tenía cercanía con el estadio San Siro y la estación de buses Lampugnano (desde donde salíamos hacia Génova). Como en la mayoría de las ciudades europeas, es recomendable sacar en la estación el pase de metro por día, que es mucho más económico que los viajes individuales y les permite recorrer con más facilidad. El abono diario sale 4,50 euros, un valor que resulta muy conveniente teniendo en cuenta que el billete único sale 1,50 (con una duración de 90 minutos para hacer trasbordo). La red de metro de Milán es muy buena, muy limpia y con muy buen acceso a los puntos de interés de la ciudad.

Milán es conocida también por ser una de las ciudades más caras de Italia. En estas ciudades, como siempre, hay que poner en práctica algunas cosas si lo que buscamos es no gastar de más. Nosotros elegimos un hotel un poco alejado del centro, pero con una excelente conexión mediante metro y tranvía. Esto nos permitió ir a un alojamiento bastante mejor (que encima encontramos en oferta gracias a los truquitos que aprendimos de Booking) y en un barrio donde también podíamos comer por menos. A una cuadra teníamos un supermercado y, al tener una habitación con frigobar, pudimos comprar bastantes cosas para guardar e ir comiendo sin tener que sentarnos en un restaurante. A pocas cuadras también había una pizzería muy económica, por lo que la comida no fue un problema durante nuestra estadía. Con el pase de metro por día, nos movimos por toda la ciudad sin ningún problema y llegamos a todos los puntos turísticos en menos de 30′ de viaje.

Por primera vez desde que habíamos llegado a Italia sentimos frío de verdad. Por eso, la primera noche que llegamos al centro, nos refugiamos entre los locales y la galería Vittorio Emanuelle, ubicada a metros del Duomo.

Ah, el Duomo… Una de las construcciones más bellas que vi. Salir del subte y verlo ahí, imponente, iluminado y rodeado de gente. Que sensación hermosa esa de ver por primera vez, en vivo y en directo, algo que nos cansamos de ver en fotografías. Es una experiencia única. Y la famosísima catedral es tan linda como en las imágenes que vemos apenas pensamos en Milán. Me atrevo a decir, todavía más linda. Increíble. Por suerte, al ser invierno, a pesar de que fuimos sin entrada no tuvimos que esperar nada para ingresar. Por lo general -en especial si van en temporada alta- es muy recomendable llevar las entradas ya emitidas por internet. Las entradas arrancan en los 3,50 euros, dependiendo de lo que quieran visitar. Tienen la opción de subir a la catedral por escaleras, o hacerlo por ascensor por un par más de euros. Los tickets los pueden comprar desde este link

En Milán nos relajamos mucho. A nivel turístico, no hay demasiadas cosas por hacer. Dejamos de lado el cartelito de turista y nos dedicamos simplemente a caminar por la ciudad, a conocer sus calles y sus cafés, los rincones y parques, los edificios y monumentos. El Parco Sempione es un lugar hermoso para andar, para descansar y un punto desde donde se pueden acceder a varias calles interesantes para conocer la ciudad.

Por la noche, la zona de Naviglio Grande es un imperdible para los que buscan un lindo restaurante, una mesita afuera, una terraza o un bar para tomar algo. Es una zona gastronómica muy pintoresca, a la que se puede llegar fácilmente con el subte (Porta Genova) y caminando un poco. De noche, se llena de gente y de vida, mezclando las luces decorativas con las de los locales abiertos hasta altas horas de la noche.

¿Los imperdibles?

Además del Duomo de Milán, la Galería Vittorio Emanuelle  y la zona de bares de Naviglio, recomiendo darse un paso por la Terrazza Aperol, ubicada justo enfrente en una especie de pequeño shopping que tiene cosas muy lindas para comprar y para comer. La vista del Duomo es majestuosa y esa zona de Milán, si bien turística, es muy linda para hacer a pie.

Para los fanáticos del fútbol, ir al icónico Giuseppe Meazza es un paseo que no pueden dejar de hacer. Nosotros tuvimos la suerte de poder ir a ver un partido del Milan durante nuestra estadía y, sin dudas, fue una experiencia que, como simpatizante de este deporte, me gustaría repetir una y mil veces. Habrá post al respecto, obvio.

El barrio chino también es otro sector interesante para explorar la ciudad, comprar comidas y productos muy variados y disfrutar de otra cara de Milán. Un barrio lleno de colores, de sabores y con varios mercados para explorar la cultura oriental en Italia. Es bastante disperso (A diferencia del de Buenos Aires, concentrado en unas pocas callecitas), pero si les interesan este tipo de lugares está bueno darse una vuelta. Desde la estación Porta Garibaldi, es una pequeña caminata hasta este barrio.

Nosotros, pecando de ser muy poco turistas, no fuimos a ver La Última Cena. Creo que algunas veces, cuando uno tiene poco tiempo en una ciudad, debe elegir lo que prefiere hacer en lugar de lo que está esperado que haga. En algunos lugares, es preferible no sentirse forzado por la obligación de recorrer todo lo turístico, y disfrutar de las cosas que nos interesan a nosotros. Obviamente, si les gusta el arte, es un paseo obligado, ya que para los entendidos en la materia, verla es motivo suficiente para hacer una visita a Milán. Las entradas se pueden comprar online.

Yo personalmente recomiendo, en general, tomarse un tranvía, recorrer los barrios y dejarse llevar por esas calles que, sin apuro ni excesos, nos dejaron encantados con una de las ciudades más cosmopolitas de Italia.

 

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